miércoles, 7 de julio de 2010

El SNI y sus objetivos IV (Vox Populi de la Ciencia, Radio Bemba) 7 de julio de 2010

En programas anteriores hemos hablado de la existencia de un programa de gobierno para apoyar con sobresueldos a ciertos investigadores científicos que son evaluados conforme a una serie de criterios que hemos enumerado.

También hemos dicho que, incorrectamente, la gran mayoría de los científicos mexicanos cree que se trata de una evaluación de pares, es decir, de una evaluación hecha por otros científicos como ellos. Nuestra base para la crítica se encuentra en que el mismo reglamento del sistema nacional de investigadores establece que las solicitudes de pertenencia a ese sistema de entrega de sobresueldos son entregadas primero a la burocracia del Consejo Nacional de Tecnología, la cual actúa como filtro primario, previo a la evaluación de las comisiones de científicos.

Hemos afirmado también que no es verdad que el sistema nacional de investigadores constituye un sistema de apoyo al desarrollo de una ciencia para México y hemos afirmado que la creencia de muchos científicos, en el sentido de que ellos pertenecen a una comunidad científica internacional, es una percepción falsa.

Para demostrar que esa creencia de una comunidad científica internacional objetiva, comprometida con las mejores causas de la humanidad, es una ilusión, relatamos el caso de dos científicos estadounidenses aparentemente dedicados a temas de física pura. Tomando los datos del libro Mentes Disciplinadas, de Jeff Schmidt, hicimos ver que en realidad ellos estaban trabajando para los intereses militares de su país.


Dijimos también que por escribir ese libro, Jeff Schmidt fue despedido del consejo editorial de la revista de difusión científica estadounidense Physics Today. Ahora continuaremos con otros dos botones de muestra, hablaremos del trabajo de Norman Rostoker y del de Nathan Rynn.

Norman Rostoker es reconocido como profesor emérito de la Escuela de Ciencias Físicas, en el Departamento de Física y Astronomía de la Universidad de California en Irvine. Tiene 85 años de edad, es especialista en física de plasmas con interés inicial en explosivos lanzados en chorros, teoría de energía de bandas y reactores de fisión. Es Fundador del laboratorio de haces de iones y electrones con pulsos de potencia en la Universidad de Cornell. Extrañamente, a pesar de ser un científico exitoso, su currículum incluye únicamente 27 publicaciones, lo cual sugiere que la mayor parte de su trabajo no fue hecho para ser publicado, sino para ser utilizado en actividades clasificadas como secretas.

Los reactores de fisión son instalaciones que usan la propiedad que tiene un isótopo del uranio, el 235, llamado así porque tiene 92 protones el núcleo y 143 neutrones. La propiedad que lo hace muy interesante es la de partirse en dos cuando es golpeado por un neutrón. Así resultan dos núcleos de elementos que se encuentran a la mitad de la tabla periódica, como el tecnecio o el paladio, entre otras posibilidades. Además, despide una cantidad de energía que a escala atómica es sumamente grande, lo cual es utilizado para acumular muchos de esos fenómenos en los que los átomos de uranio 235 se parten y despiden energía. Cuando esto ocurre de manera controlada sirven para calentar agua hasta convertirla en vapor que sale a presión y mueve turbinas para generar energía. En cambio, cuando se produce de manera acelerada, en menos de una cien milésima de segundo, lo que se tiene es una bomba atómica.

Uno de los trabajos descritos por el grupo fundado por Rostoker es descrito por ellos mismos como sigue: “Estamos evaluando diseños de almacenamiento de energía que involucran la acumulación de electrones en una trampa magnética y liberación rápida de energía por medio de interruptores magnéticos. Hemos obtenido resultados significativos con experimentos en pequeña escala involucrando inyectores termoiónicos y compresión magnética rápida... Además, será evaluado el uso de línea de pulso y diodos para inyección en campos estáticos. También planeamos el estudio de varios métodos más para producir pulsos cortos e intensos de radiación.”

Como escribe Jeff Schmidt, los investigadores no dicen en ninguna parte para qué quieren producir esos pulsos de radiación cortos, pero revisando el contrato de su programa de apoyo económico, con número DNA001-74-C-0056, de la Agencia Nuclear de Defensa, el contenido es directo, cito: “Objetivo: Desarrollo de fuentes de ultra potencia para simular efectos de armas nucleares y capacidades de almacenamiento de energía que exceden significativamente las posibilidades actuales.”

El origen de esta clase de simulaciones en laboratorio lo revela un documento intitulado: “Revisión de Laboratorio”, fechado en el año fiscal 1981, en los laboratorios Harry Diamond”, del ejército de los Estados Unidos. Cito: “Debido a que en la actualidad no se pueden realizar pruebas con armas nucleares en ambiente real, los simuladores son la liga disponible con la realidad.”

Conviene señalar que en ese tiempo el marco internacional de fondo era la guerra fría, que en 1974 se había promovido la anulación de pruebas nucleares subterráneas con potencias por encima de 150 kilotones. Se trató de un acuerdo de los Estados Unidos con la Unión Soviética y llevaba la intención de estorbar las posibilidades de desarrollo nuclear de Francia y de China, que no mordieron el anzuelo. En esa época existía también el acuerdo de 1976 conocido como SALT II, que traducido al español viene a ser Tratado Número II de Limitación de Armas Estratégicas, que no fue firmado por Jimmy Carter y Leonid Brezhnev sino hasta el 18 de junio de 1979, para ser después objetado por el senado estadounidense en vísperas de la elección presidencial ganada por Ronald Reagan en noviembre de 1980. Finalmente, el tratado no entró en vigencia sino hasta 1990, cuando ya los científicos estadounidenses no necesitaban de pruebas nucleares reales, porque podían simularlas en el laboratorio.

Otro caso es el del profesor Gregory Benford, un agradable escritor de al menos 17 novelas de ciencia ficción, entre las cuales se encuentra “El temor de la Fundación” y “El triunfo de la Fundación”. Él es integrante del Consejo Científico de la NASA, es profesor de la Universidad de California en Irvine, y en la época estudiada en archivos por Jeff Schmidt tenía un apoyo de 130 mil dólares del ejército de los Estados Unidos para un proyecto de “Radiación Coherente a partir de Inestabilidades de Haces Relativistas de Plasma”. Nos saltamos la descripción impecablemente técnica de Benford, para exponer la explicación que Jeff Schmidtt encontró en “El Oficio de Investigación del Ejército”, de número DAAG29-78-G-0020, cito: “...esta investigación es interesante como una fuente de radiación de rayos X para el estudio de daños con base en radiación.”.

Según Jeff Schmidtt, el interés militar en las microondas de un milímetro era el diseño y construcción de aparatos capaces de detectar blancos enemigos a pesar del oscurecimiento por medio de humo, polvo o niebla en el campo de batalla.

En palabras del autor del libro “Mentes Disciplinadas”, muchos de los profesores mencionados por él podían dejar la universidad y tomar trabajos en laboratorios militares sin afectar el significado social o científico de su trabajo. Sin embargo, había una cuota de imagen que perdían, debido a que existe una mística de imagen positiva que sí se tiene presente en los ambientes académicos de los Estados Unidos, en la que se ve a los profesores universitarios como personas inteligentes, de mente abierta y con objetivos intelectuales.

Schmidt relata cómo en una entrevista debida a su fama como escritor de ciencia ficción, Benford sorprendió a un ingenuo reportero que le preguntó para qué serviría su investigación científica, cito: “Cuando tú estás combatiendo un incendio forestal, por ejemplo, no puedes ver dónde estás tirando el agua debido al humo.” Nada dijo de las aplicaciones militares esperadas por el ejército.

En palabras de Schmidt, página 80 de su libro, “Los grandes conocimientos técnicos no son suficientes para obtener y mantener un trabajo como científico. Cada pequeño paso en la investigación científica abre un número de direcciones ilimitadas, todas la cuales llevan a nueva verdad científica, pero no todas esas verdades científicas son de interés para aquéllos que emplean a los científicos o respaldan la investigación.”

Las preguntas que procede plantear ahora son:
¿Resulta moralmente correcto dedicar el esfuerzo de los científicos al diseño de armas?
¿Es estratégicamente aceptable que los científicos mexicanos actúen como apéndices de esos trabajos?

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