jueves, 26 de noviembre de 2015

Las ecuaciones definitivas de la teoría de la Relatividad General y el ex empleado de la oficina de patentes.


El problema central que enfrentó Einstein en su búsqueda por la forma final de la teoría de la Relatividad General se puede explicar como sigue:

Pensemos en dos laboratorios equipados en forma idéntica, colocados en sendas plataformas jaladas por carros remolque, tal que uno avanza en una carretera recta y lisa, mientras el otro lo hace sobre una carretera en la que describe una gran curva.
La esperanza de Einstein era disponer de una teoría tal que, al relacionar con reglas algebraicas las mediciones realizadas en ambos laboratorios, el resultado sería tal que las leyes de la física son las mismas. La propiedad que buscaba recibe el nombre de covarianza general.

Esta característica de la teoría era indispensable para Einstein, pero se le había escapado desde 1912, por eso, a partir del 4 de noviembre de 1915 sintió que tocaba la respuesta con las manos, aunque ésta se le escapó varias veces desde esa fecha hasta que, el 25 de noviembre de ese año, presentó la respuesta correcta ante la Academia Prusiana de Ciencias.

Pocos días después, antes de terminar noviembre, Einstein recibiría copias impresas de su conferencia, mismas que envió por correo a varios de sus colegas. Entre ellos Hendrik A. Lorentz y Paul Ehrenfest. En la nota anexa se prodigaba en alabanzas sobre la belleza de la teoría. Un concepto estético que para él era muy importante y que se puede comprender solamente cuando se adquiere la experiencia necesaria.

Paul Ehrenfest lo tomó con reservas. A fin de cuentas, eran muchas las veces en las que Einstein le había enviado versiones teóricas que luego eran rechazadas por el mismísimo autor. Además de que, en esta ocasión, sus dificultades para reproducir los cálculos del artículo de Einstein se multiplicaban.

Hendrik A. Lorentz, en cambio, se tomó el tema con paciencia y logró analizar la nueva versión de la teoría, encontrándola convincente y elegante. Esta opinión inclinó a Ehrenfest en la misma dirección. Antes de eso solía llamarla: la teoría de noviembre de Einstein, pensando, al parecer, que pronto le escribiría para decirle que estaba equivocado.

La figura que sigue muestra la colección de expresiones matemáticas con sus fechas. Las incluyo por completez y sin la intención de que el lector se quiebre la cabeza tratando de entenderlas. Es la del 25 de noviembre la que ha trascendido hasta nuestros días.



Es un error creer que esta búsqueda era lo único que Einstein hacía. Por el contrario, tenía diversas obligaciones profesionales. Es a una de éstas que deseo dedicar los siguientes párrafos. Quiero hablar sobre el Einstein inventor y analista de patentes.

Aún cuando no tenía la obligación de impartir cátedra, Albert Einstein no estaba exento de responsabilidades que solían surgir como consecuencia de su experiencia profesional. Una faceta poco explorada de su vida es su relación con los inventos que aplicaban leyes de la física. El año de 1915, particularmente importante para este relato, lo introdujo en una serie de actividades que provenían de su experiencia en la oficina de patentes de Suiza.

La familia de Albert Einstein estaba ligada a los negocios, y hasta cierto punto, a los inventos. Su tío Jakob había formado una empresa que llevaba el nombre de J. Einstein & Company en el año de 1885 en la ciudad de Münich, Alemania. El otro integrante del proyecto empresarial era Hermann, padre de Albert, quien tenía entonces seis años de edad. El objetivo de ellos era dedicarse a la producción de equipo eléctrico. Una actividad que venía creciendo con el conocimiento de la electricidad y del magnetismo.

Esta actividad venía prometiendo un desarrollo muy grande en aplicaciones después de los trabajos de Michael Faraday (en Inglaterra) acerca de la posibilidad de producir energía eléctrica basándose en el movimiento relativo de imanes y bobinas. Éstas no son más que alambre enrollado en torno a un núcleo de hierro que contribuye a mejorar la potencia del efecto que se busca: la producción de corriente eléctrica moviéndose de manera controlada y predecible para llegar a diseños que podrían consistir, básicamente, de sistemas de iluminación y de motores eléctricos.

Durante muchos años se discutió si resultaba más conveniente utilizar el método de corriente directa, similar al que provenía de la pila inventada por Volta, o bien, a partir del dispositivo inventado por Faraday, que producía corriente alterna. Su nombre proviene de que, en este caso, los electrones se mueven primero en una dirección y después en la contraria. Sería el método que se impondría a principios del siglo XX, cuando la obra de Tesla vino a demostrar que de esa forma se perdía menos energía a lo largo de las líneas de conducción.

En términos teóricos, la comprensión de la electricidad y el magnetismo había empezado a aclararse en la década de los años 1860, cuando James C. Maxwell obtuvo las ecuaciones que ahora llevan su nombre. A partir de ellas, fue posible empezar el estudio de los fenómenos electromagnéticos en diversas situaciones. Una de ellas era la producción de ondas electromagnéticas, con el resultado agregado de que la luz es un caso particular de éstas.

El mayor éxito de la empresa del tío y el padre de Albert Einstein fue la obtención del proceso de electrificación de un distrito de la ciudad de Münich en el año de 1889, pero aparte de eso, no pudieron competir con los dos gigantes que se proyectaban desde entonces: Siemens & Halske y General Electric. La empresa de la familia Einstein se fue a la quiebra en el año de 1894.

En el transcurso de esa aventura empresarial, el tío de Einstein (Jakob) pudo obtener al menos siete patentes de aparatos que trataron de colocar en el mercado europeo. Un aparato para medir corriente eléctrica, una mejora de la lámpara de arco, un interruptor automático de corriente para ser usado en las lámparas de arco, un instrumento para estabilizar las irregularidades de los instrumentos de medida de corriente eléctrica, un controlador de la carbonización que se presentaba en las lámparas de arco y un generador de corriente a base de fricción (dínamo).

Había en Alemania una explosión de aplicaciones tecnológicas que venían del conocimiento de la ciencia que se estaba desarrollando en esos momentos. Desde entonces hasta ahora, la relación de las universidades e institutos de investigación con las industrias fue muy grande y se convirtió en un factor clave para el funcionamiento económico en un país que terminó siendo diseñado para saber hacer cosas novedosas y de alta calidad.

El desarrollo de estas aplicaciones llevó a que los países más avanzados establecieran acuerdos en los que respetarían los derechos de los inventores. Por esa razón, en 1877 se estableció en Alemania una ley general de patentes que estaba dirigida a alentar la actividad inventiva de las empresas de tamaño pequeño y mediano.

Como sabemos, el joven Albert Einstein logró ingresar al Instituto Tecnológico de Zürich en el año de 1896, para egresar en el año 1900. los biógrafos de mala calidad nunca nos cuentan que fue el promedio más alto de su generación, y probablemente en una interpretación incorrecta de las escalas de calificaciones de la época, nos cuentan que acostumbraba pasar las materias de panzaso. Ignoran que la calificación mínima era 1 y que la máxima era 6. Tampoco se esmeran en revisar que cuando el joven Einstein había sido rechazado para ingresar a dicho tecnológico no fue por su falta de conocimientos en ciencias, sino por su mala preparación en los idiomas, latín, griego y francés. El examen inició el 8 de octubre y se extendió durante varios días. Einstein había sido admitido para la presentación del mismo, aún cuando no tenía el certificado de egresado del nivel previo al universitario. Los resultados, anunciados el 14 de octubre de 1995, indicaron que el adolescente de menos de diecisiete años había fallado en obtener la admisión al instituto. Su desempeño en matemáticas y asuntos científicos resultaba muy sobresaliente, pero sus conocimientos lingüisticos (idiomas), así como de historia, fueron inadecuados.

Al año siguiente tuvo éxito y fue admitido. En el instituto se encontró a Heinrich Friedrich Weber, uno de los principales maestros de ese centro educativo, quien se encargaba, entre otras cosas, de impartir las cátedras relacionadas con la electricidad y el magnetismo. Para desilusión de Einstein, en su programa de enseñanza no incluía las ecuaciones de Maxwell, que llevaban más de treinta años de encontradas y cuyo conocimiento era fundamental para comprender los fenómenos electromagnéticos. El joven se vio en la necesidad de estudiarlas por su cuenta, logrando, con ello, ser casi el único del grupo, y de varias generaciones de egresados, que lograba comprender con claridad los alcances de la teoría electromagnética.

Se ha hecho énfasis en que el recién egresado consiguió su primer trabajo estable en la oficina de patentes, en Berna Suiza, gracias a los contactos familiares de su amigo Marcel Grossmann. Esto es cierto en el sentido de las propuestas que se hicieron para que Albert encontrara una ocupación que le permitiera establecer una familia, pero deja de lado la razón profesional. En Suiza se empezaban a generar muchas solicitudes de patentes que tenían relación con fenómenos electromagnéticos y los conocedores de las ecuaciones de Maxwell eran escasos. Einstein era uno de esos pocos casos de jóvenes preparados en esa teoría.

A instancias de sus industriales, el estado suizo había estado evadiendo la incorporación de ese país al sistema internacional de intercambio de información y respeto a los registros de patentes. Pero en 1888 ya no pudo resistir la presión. Así nacieron las oficinas de patentes de ese país. Una de las cuales contrató al joven Einstein, quien no fue contratado para que se rascara la panza, como lo indican los siguientes datos: tan solo en el año de 1905, llamado el año milagroso de Einstein por su producción científica, se otorgaron 1 100 patentes a nacionales suizos desde la Oficina de Patentes de Berna, y en 1909, el último año de trabajo suyo en ese sitio, se entregaron 1 500 patentes.

La relación con las patentes lo siguió hasta la primera parte, cuando junto con Leo Szilard vendió patentes para refrigeración en el ramo de los electrodomésticos. En el año de 1915, en particular, mientras batallaba con la teoría de la gravitación que buscaba, fue llamado a participar como perito en patentes ante un juicio entre Herman Anschütz Kaempfe (alemán) y Sperry Gyroscope Company estadounidense). Asistió a la corte por primera vez el 5 de enero de 1915 y le pagaron 1 000 marcos de aquella época por responder una serie de preguntas. Entregó su escrito el 6 de febrero siguiente y el 26 de marzo de ese mismo año le pidieron un nuevo reporte, pero esta vez a partir de la inspección directa de ambos aparatos. Así lo hizo y el 10 de julio de 1915 viajó a Kiel, un puerto marítimo distante más de 300 kilómetros al noroeste de Berlín, cerca de la frontera con Dinamarca, para hacer pruebas en sitio de los dos giróscopos en disputa. Entregó su nuevo reporte el 7 de agosto siguiente y la decisión final de la corte ocurrió el 16 de noviembre, en los días en que Einstein realizaba cálculos extenuantes para tratar de afinar su teoría de la gravedad.



Herman Anschütz Kaempfe ganó la demanda que había entablado, pero la empresa Sperry Gyroscope Company nunca pagó la multa asignada. El invento de Anschütz fue mejorado con la contribución de Einstein para modificarlo. La pareja de inventores logró, después de muchos años, un giróscopo suficientemente estable y preciso como para confiarle a los buques esta herramienta de trabajo.

Poca gente sabe que tanto Alemania como Japón usaron durante más de una década el giróscopo de
Anschütz y Einstein. De hecho, los submarinos y los barcos usados por estas naciones durante la segunda guerra mundial iban equipados con sistemas de orientación donde el invento de ambos era indispensable. Por ejemplo, cuando centenares de aviones japoneses atacaron Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941, partieron desde porta aviones que usaban ese tipo de giróscopo para orientarse.


Cosas raras de la vida. Uno de los más grandes pacifistas del siglo XX inventaba objetos de utilidad para las naves dedicadas a la guerra.

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