martes, 3 de noviembre de 2015

A cien años de la Relatividad General (primera parte)

Por razones explicables, el año 2015 no resultó ser el del centenario de la Relatividad General, ni el mes de noviembre sirvió para celebrar la teoría que más impacto causó en la opinión pública informada informada sobre asuntos científicos.


Este 4 de noviembre de 2015 se cumplen cien años de la presentación del primero de una serie de trabajos que expuso Albert Einstein ante la Academia Prusiana de Ciencias. Era el primer jueves de noviembre de 1915 en Berlín, en una Alemania que estaba en guerra contra casi todo el mundo, inmersa en acciones bélicas iniciadas hacía apenas 16 meses a más de 600 kilómetros al suroeste de la capital alemana. Los alimentos escaseaban para la población civil (como se dice ahora) y casi todos los esfuerzos eran dedicados a una guerra que se libraba desde una trinchera a otra, en medio de alambradas, lodo, sangre, muertes por cientos de millares y tácticas estúpidas de los militares de uno y otro bando.


Einstein tenía entonces 36 años y sumaba casi cuatro batallando con una teoría de la gravitación que soñaba construir. En 1922 contaría, en Japón, que la idea más feliz de su vida se le había ocurrido mientras trabajaba en la oficina de patentes en Berna Suiza. Pocos meses antes de ese noviembre de 1915, en el verano, había viajado casi 260 kilómetros hacia el suroeste, a Gotinga, donde había impartido una serie de seis pláticas, de dos horas cada una, acerca de sus trabajos sobre la gravitación. Su anfitrión era David Hilbert, quien lo alojó en su casa y lo colmó de atenciones. Recién desembarcado de regreso a Berlín, Einstein expresó a sus amigos la alegría que le causaba saber que sus ideas habían encontrado una muy cálida recepción. Un poco más de dos meses después, en octubre, su regocijo se convirtió en preocupación. Desde Münich, Arnold Sommerfeld le había escrito para decirle que los matemáticos de Gotinga estaban trabajando sobre una teoría de la gravitación, manejando ideas geométricas similares a las suyas.


Algunos historiadores de la ciencia especulan que ese fue el gatillo que disparó en Einstein una febril actividad que lo llevó a trabajar incansablemente hasta dar con la teoría que llevaba más de tres años buscando.


Como profesor en Praga había intentado una formulación de la gravitación que encajara en el contexto de la teoría de la Relatividad Especial. Se había enredado con una función matemática que los físicos le llamamos potencial, donde la velocidad de la luz dependía de la posición y del tiempo, tal que, a partir de ella, podían realizarse cálculos que llevarían a la formulación de ecuaciones de movimiento para las partículas inmersas en un campo gravitacional. La que era una constante en su teoría de la Relatividad Especial, la estaba convirtiendo en una variable que dependía de otras cuatro: tres para la posición y una para el tiempo. El esfuerzo vano lo había convencido de que ese no era el camino a seguir, pero le había servido para llegar a la conclusión de que, posiblemente, podría modificar la geometría del espaciotiempo para encontrar el camino hacia la formulación de su añorada teoría.


Su fama como físico teórico de muy alto nivel empezaba a crecer y eso le sirvió para recibir una invitación para trabajar en Zürich, en el instituto del cual había egresado y en el cual en 1901 no lo habían querido aceptar, ni como ayudante de profesor, ni como nada. Encontró a su amigo Marcel Grossmann (matemático) y le planteó las preguntas adecuadas para saber si existían geometrías en las cuales pudiera trabajar para formular su teoría de la gravitación. Después de quince días de revisión de textos, recibió una respuesta positiva y los dos iniciaron un proceso de aprendizaje de unas matemáticas que eran nuevas para Einstein, en un ambiente de ausencia de información que le hicieron, a él y a Grossmann, repetir resultados y demostrar teoremas que años antes habían encontrado otros matemáticos.

¿En qué consistía esa teoría que buscaba?

En la forma final de la teoría de la Relatividad General aparecen tres colecciones de funciones escalares que se pueden arreglar en estructuras cuadradas que llamamos matrices. Una de ellas recibe el nombre de tensor de Ricci, otra es conocida actualmente como el tensor de Einstein y la tercera es una colección de términos de momento y energía.



Uno de los propósitos iniciales de una teoría de la gravitación era disponer de una teoría física que conservara la misma forma matemática para observadores situados a diferentes velocidades unos respecto a otros, tal que estos podrían trabajar en laboratorios sujetos a aceleraciones.

En términos técnicos, las mediciones de tiempo y distancia de cada laboratorio son consignadas en tablas de cuatro números y estos pueden ser representados en un espacio de puntos que se llama espaciotiempo. Así es como surge un sistema de coordenadas asociado a cada equipo experimental. Lo podemos ejemplificar con al menos dos grandes plataformas jaladas con motores poderosos, tal que en cada una de ellas viaja montado un laboratorio de física. Si la carretera por donde se mueven es recta y no tiene irregularidades, los experimentos darán el mismo resultado aún cuando avancen a velocidades constantes distintas respecto al suelo de la autopista. Cada experimentador llevará a cabo mediciones y podrá comunicarse con su homólogo del otro laboratorio para comparar los números que arrojan sus respectivos aparatos.

Para Einstein, el carácter general de la forma de las ecuaciones debería ser el reflejo teórico de que los experimentos realizados en cualquier laboratorio darían los mismos resultados. Aunque, obviamente, tendrían que estar claramente especificadas las reglas algebraicas para relacionar las mediciones hechas en los distintos laboratorios.

Estas reglas algebraicas se llaman técnicamente transformaciones de un sistema de coordenadas a otro, y en el caso de la Relatividad Especial, los laboratorios pueden estar en movimiento relativo con velocidad constante unos respecto a otros, y aún así, las leyes físicas serán las mismas. No puede haber aceleraciones, porque si las hay, entonces el experimentador en el laboratorio encontraría resultados diferentes porque aparecerían efectos que llamamos inerciales, como la fuerza centrífuga y la de Coriolis, que da lugar a los huracanes.

Con la teoría general que buscaba, Einstein quería que lo mismo sucediera si una de las plataformas iba acelerada, por ejemplo, si tomaba una curva de la autopista mientras la otra se mantenía en un tramo recto. El problema era complicado, pero él creía que podía encontrar un formalismo matemático que cumpliera con ese requisito, más otro que era el centro de su idea: los efectos gravitacionales tendría que estar al mismo nivel que los efectos inerciales.

El trabajo con Marcel Grossmann dio lugar a una teoría preliminar de la gravitación, pero al precio de tener que renunciar a su deseo de que todos los laboratorios con movimientos acelerados tuvieran la misma forma para sus leyes. Un año y medio después de encontrada esa teoría, intentó calcular una anomalía en la órbita del planeta Mercurio que era bien conocida por los astrónomos, pero para incrementar su desilusión, su cálculo arrojó apenas el 18% del dato que resultaba de los estudios astronómicos. Creía también que la trayectoria de la luz debía curvarse al pasar cerca del Sol y en 1914 ayudó a financiar una expedición que iría a Ucrania a observar un eclipse solar que ocurriría en el verano de ese año, pero por esas fechas estalló la primera guerra mundial y los científicos fueron atrapados y apresados bajo sospecha de que se trataba de espías alemanes adentrándose en territorio ruso. Así se frustró el intento de saber si, de verdad, se curvaba la trayectoria de los rayos de luz cuando pasan cerca del Sol.

Hacia fines de octubre de 1915 tenía un nuevo planteamiento. Separaba en dos partes el ahora llamado tensor de Ricci y usaba uno de ellos para escribir sus ecuaciones del campo gravitacional, parecía que podía recuperar su intención inicial: que todos los laboratorios dispusieran de las mismas leyes de la física, sin importar su estado de movimiento. Preparó su presentación y la llevó a cabo el jueves 4 de noviembre de 1915. Obviamente él no lo sabía ese día, pero aunque estaba en el camino correcto, su teoría aún no estaba completa. De eso escribiré la próxima semana.


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