Existe
un estudio sobre la manera en que el cerebro procesa el sentimiento de amor y
el del deseo sexual. La pregunta a investigar consiste en saber cuál es la
forma en que este órgano procesa ambos. La respuesta que vamos a presentar se
debe a Jim Pfaus, quien junto con otros cuatro investigadores de distintas instituciones
académicas, ha publicado un reporte sobre sus avances en este tema. Él es profesor
de psicología en la Concordia University e integrante del Centro de estudios en
Neurobiología de la Conducta.
El
planteamiento es en si mismo interesante, pues la temática se formula a partir
de una afirmación común en la literatura, en el cine y en la vida cotidiana.
Incluso, es usado como una justificación por parte de muchos varones que son
sorprendidos por la novia, o la esposa, admirando a una dama de cara y/o de
cuerpo atractivo.
No es
común que los temas científicos se planteen a partir de categorías presentes en
el lenguaje de la vida cotidiana, por ejemplo, el estudio de las propiedades de
los gases no se hace tomando como variables científicas el color, ni el olor de
estos. Se recurre a tres magnitudes que requieren cierta elaboración para ser
comprendidas: la más simple es el volumen, las otras dos son la temperatura y
la presión.
El artículo se llama:
“The
Common Neural Bases Between Sexual Desire and Love: A Multilevel Kernel Density
fMRI Analysis”, que
podemos traducir como: “Las bases neuronales comunes entre el deseo sexua y el
amor: un análisis mediante resonancia magnética”. El resto del título tiene que
ver con la técnica utilizada y no lo incluyo en mi traducción. El reporte fue
publicado en la revista científica “The Journal of Sexual Medicine”, en su
edición en línea, en enero de 2012. El interés surge, en palabras de Jim Pfaus,
porque ellos desean saber qué partes del cerebro trabajan cuando una persona
siente amor y cuando tiene deseo sexual. La cita técnica de la revista es: J Sex Med
12;9:1048–1054. Quienes tengan acceso institucional a esa publicación, pueden
tener acceso al artículo en la dirección que sigue: http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/j.1743-6109.2012.02651.x/abstract
.
El portal de difusión científica Science Daily News lo
incluyó entre sus temáticas el 20 de junio de 2012 y está disponible, para
quienes leen el Inglés, en la dirección que agregamos enseguida:
En el resumen
del trabajo, los autores afirman que uno de los dilemas más difíciles en la
relación de la ciencia con la terapia de parejas es la interacción entre el
deseo sexual y el amor. Considerados ambos como dos estados mentales de
intereses de unión con otra persona, afirman allí que, en efecto, frecuentemente
resulta difícil desenredar ambos sentimientos.
La forma de
abordar el problema consistió en revisar las diferencias y semejanzas entre
esos dos estados mentales, pero usando un análisis estadístico (metaanálisis en
palabras de los autores) de imágenes de resonancia magnética en personas que
experimentaban amor y/o deseo sexual.
La resonancia
magnética es un fenómeno físico que se usa para obtener imágenes de cuerpos
vivos sin necesidad de inyectar sustancias, ni introducir sondas molestas.
Funciona por medio de dos campos magnéticos, uno muy intenso que obliga a los
átomos a orientarse de cierta forma; y otro campo, no tan fuerte, que aparece y
desaparece como si fuera un pulso de sonido. Éste saca a los átomos de ese
orden durante un intervalo de tiempo muy corto. En cuanto ese segundo campo es
retirado, todos los átomos emprenden un proceso de regreso a su orientación
original, y mientras lo hacen, emiten ondas electromagnéticas que son registradas
en censores que envían la señal a una computadora. Allí es donde se procesa la
imagen.
Las imágenes
estudiadas por esta quinteta de científicos muestra que sí hay diferencias
entre las partes del cerebro que funcionan cuando alguien siente amor o deseo
sexual. Ellos encontraron que hay zonas del cerebro que coinciden, pero que
trabajan integradas con otras que son diferentes. Los resultados los podemos
imaginar como pequeños focos en un árbol de navidad que se quedan prendidos. Si
pensamos en dos de estos arbolitos navideños, resulta que cuando las personas
sienten amor hay una región de foquitos prendidos, mientras que durante el
sentimiento de deseo sexual hay otra región de focos encendidos. La comparación
de ambos árboles de navidad muestra que hay una región que sí es la misma,
mientras que existen otras que son distintas.
En sus
conclusiones, los autores nos dicen que el patrón de activación específico
sugiere que el amor se construye a partir de un circuito neuronal dedicado al
registro de las sensaciones y el placer, pero agregando regiones asociadas a la
expectativa de recompensa, hábitos formados y detección de características. El
sentimiento de amor comparte una región activada del cerebro con el deseo
sexual: se llama ínsula y se encuentra en una región del cerebro que se puede
aprecia en el siguiente dibujo
Algunas de las
funciones cerebrales en las que participa se puede localizar en la siguiente
dirección de Internet:
El deseo sexual
es más simple en términos de activación cerebral, está ligado a experiencias
sensomotrices, y en consecuencia, los autores del estudio nos dicen que el amor
puede resultar a partir de un trabajo más abstracto en el que se integran
varias experiencias en las cuales, una de ellas, es precisamente el deseo
sexual.
La
ciencia moderna nos permite saber que el amor vive en el cerebro y no en el
corazón. De modo que el próximo día de San Valentín, los jóvenes podrían idear
un símbolo menos romántico, pero si más novedoso, con paletitas de dulce y
chocolates con cerebritos impresos en sus envolturas.
Jim Pfaus y sus colegas analizaron
veinte estudios separados en los cuales examinaron la actividad cerebral en
sujetos involucrados en tareas tales como fotografías eróticas, o bien, en la
observación de fotos de personas significativos para ellos. A la vez, un
sistema de resonancia magnética hacía un mapa de las zonas activadas de sus
cerebros.
Así encontraron que hay dos
estructuras cerebrales jugando un papel importante en las respuestas de los
cerebros cuando se experimenta el deseo sexual o el sentimiento de amor: son la
ínsula y el cuerpo estriado (striatum en Inglés). Una imagen de esta última
zona del cerebro se presenta enseguida
Algo que los autores consideraron
sorprendente es que es esta misma parte del cerebro la que se asocia en los
casos de adicción a las drogas. Por esa razón, dice Pfaus: “el amor es un
hábito que se forma a partir del deseo sexual recompensado y, dentro del
cerebro, trabaja en la misma forma que le ocurre a las personas adictas a las
drogas.
A
manera de broma, que no se puede confundir con el consejo de un terapeuta,
puedo decirle a las jóvenes que no se preocupen si sorprenden a su novio
mirando la siguiente figura:
A su
vez, los jóvenes no se deberían preocupar si encuentran a su novia mirando
fijamente la foto siguiente:
No
hay porque preocuparse, ambas personas no están al alcance de él, o de ella, y
como consecuencia, no entraran en el proceso de formación de hábito porque no
obtendrán ninguna recompensa.
Hola! Eso es lo que me confunde.
ResponderEliminar¿Quiere decir que el amor consiste sólo en el deseo sexual? ¿Significa que no importan los sentimientos de las personas, ni otras cualidades para que surja el amor? ¿Significa que basta con tener relaciones sexuales reiteradamente? Quisiera me sacara de esa duda. Me suscribiré, para recibir la respuesta a este comentario.
En mi opinión, el amor es más abstracto. Y no estoy de acuerdo en que digan que nace en la cama.
EliminarEscribí allí que el deseo sexual es más simple en términos de actividad cerebral. Se habla además del amor entre parejas, claramente diferenciado del deseo sexual a secas. No se incluyen otras formas de amor, como son el sentimiento hacia los padres, los hijos, etcétera.
La razón de que no estén incluidos se debe a que el artículo científico base para esta contribución no los considera.
Yo nunca he tenido sexo. ¿Significa que nunca he sentido amor romántico?
ResponderEliminar