La
prueba del Maratón cierra los juegos olímpicos y consiste en correr
una distancia de 42 kilómetros más 195 metros.
Su
nombre proviene de la leyenda acerca del soldado griego Filípides,
quien habría recorrido la distancia de 42 kilómetros que separa al
Valle de Maratón de la Ciudad de Atenas.
De
acuerdo a la leyenda, Filípides corrió esa distancia después de
viajar varias veces entre Atenas y Esparta para pedir ayuda, siendo
su última carrera el trayecto entre el valle que se llama Maratón y
la ciudad, con el encargo de avisar que habían vencido.
En
realidad, el dato histórico más preciso parece ser que fue todo el
ejército griego el que corrió desde el valle hasta Atenas para
defenderla antes de que los persas le dieran vuelta a la península a
bordo de sus barcos y la atacaran.
¿Pero
qué tan grande es el esfuerzo que realizan los atletas cuando corren
esta prueba olímpica? Veremos enseguida que hay dos grandes riesgos
a superar cuando se corre el Maratón.
El
primer problema a enfrentar es la fuente de energía para los
músculos. La base de energía para las células de este tejido es el
glicógeno, que resulta fundamental para los atletas de distancias
cortas, como 100 o 200 metros planos.
El
ser humano puede sintetizar el glicógeno y almacenarlo para su uso.
En el caso de los corredores de largas distancias, pueden almacenar
hasta 2 mil kilocalorías en sus cuerpos, lo cual les permite
recorrer alrededor de 30 kilómetros de competencia.
Cuando
la cantidad de glicógeno escasea, el cuerpo empieza a utilizar la
grasa almacenada, lo cual ocurre con lentitud, hasta que ésta
también se agota. Entonces ocurre un fenómeno de fatiga extrema que
los corredores de maratón llaman: la pared.
Modernamente
los corredores utilizan unos gels que proporcionan energía mientras
corren. Se trata de sustancias energéticas con cantidades variables
de sodio y de potasio que se ingieren con pequeñas cantidades de
agua. Y quienes no disponen de esta tecnología sofisticada utilizan
dulces sólidos, galletas y otras formas de azúcar concentrada.
El
consumo de alimentos diferentes a los anteriores suele enfermar a los
atletas y por esa razón se les recomienda no introducir sustancias
diferentes a las de su dieta usual.
El
segundo problema que enfrentan es el consumo de agua. Mientras corre
durante un día caluroso, un corredor promedio pierde, por hora,
hasta un litro y seiscientos mililitros de este líquido. Esta es la
cantidad de agua que cabe en un poco más de seis tasas y media de
café.
Para
reponerlo, el atleta toma agua periódicamente, pero ésta no pasa
desde el estómago al flujo sanguíneo, sino que, una vez allí,
necesita pasar al intestino antes de ser absorbida por el organismo,
lo cual ocurre a una velocidad de 0.6 litros por hora y da por
consecuencia que el corredor de maratón tenga siempre un déficit de
aproximadamente un litro de agua cada hora.
Este
déficit de líquido repercute en el rendimiento del atleta, pues da
lugar a que corra 3% más lento después de la primera hora y 6% más
lento después de la segunda.
La
táctica más recomendada consiste en tomar aproximadamente 400
mililitros de agua (casi el doble de una tasa común), cerca de 20
minutos antes del iniciar la carrera y mantenerse ingiriendo 100
mililitros de agua (un tercio de una tasa) cada 10 minutos durante la
carrera para mantener al estómago cerca de su tope.
Hasta
antes de la Olimpiada de Londres, en el año 2012, la marca más
rápida del mundo se debe al corredor keniano Patrick Makau, quien el
25 de septiembre de 2011 cubrió la distancia del maratón en 2 horas
3 minutos y 38 segundos.
Entre las mujeres,
la mejor marca del mundo, hasta antes de la Olimpiada de Londres, en
el año 2012, es el de la corredora inglesa Paula Radcliffe, quien el
13 de abril de 2003 corrió el maratón en 2 horas, 15 minutos y 25
segundos.
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