1 de junio de 2011
I. Un grupo de expertos de la Organización Mundial de la Salud clasifica las ondas electromagnéticas de radiofrecuencia como posibles cancerígenos para los humanos. La comunicación por medio de teléfonos celulares queda incluida dentro de esta clasificación.
La Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer, que es una dependencia de la Organización Mundial de la Salud, ha clasificado las ondas electromagnéticas de radiofrecuencia como posible elemento cancerígeno en contra de los seres humanos. En especial se menciona el glioma, que es un tipo de cáncer en el cerebro y lo asocia con el uso de teléfonos inalámbricos.
La noticia surge a partir de una reunión de un grupo de trabajo formado por 31 científicos pertenecientes a 14 países distintos que se reunieron en la ciudad de Lyon, Francia. Ellos concluyen que podría haber peligro de contraer el cáncer como consecuencia de la exposición a los campos electromagnéticos de radiofrecuencia.
Pero, ¿qué es un campo electromagnético y qué son las ondas de radiofrecuencia?
Un campo eléctrico es producido por una carga eléctrica. Un campo magnético es producido por una carga eléctrica que se mueve. Por ejemplo, en el caso de los alambres de cobre que conducen corriente eléctrica, son los electrones del cobre los que se mueven a través del material los que producen un campo magnético. Cuando tenemos corrientes eléctricas que cambian con el tiempo, aparecen campos magnéticos que también son cambiantes en el tiempo, lo cual los lleva a producir campos eléctricos que también cambian en el tiempo. Como éstos últimos también producen campos magnéticos variables en el tiempo, se da una reciprocidad en la cual campos eléctricos y magnéticos se generan entre sí, propagándose por el espacio hasta regiones muy alejadas de las cargas y las corrientes eléctricas que les dieron origen. En este caso se llaman ondas electromagnéticas.
Ejemplo de las ondas electromagnéticas son la luz, los rayos X, los rayos ultravioleta, que nos queman cuando vamos a la playa, y también, las ondas de radio, que sirven para comunicarnos. Éstas últimas son las ondas de radiofrecuencia. En particular, los teléfonos celulares reciben y emiten ondas de radiofrecuencia, y también lo hacen los sistemas de teléfonos inalámbricos que se acostumbran en algunas casas.
La radiación ultravioleta y los rayos X corresponden al tipo de ondas que pueden romper las moléculas que forman nuestros tejidos, por eso se les llama radiación ionizante y los científicos han estado conscientes de eso desde hace muchas décadas. En cambio, la luz visible, los rayos infrarrojos, las microondas y las ondas de radiofrecuencia, no rompen las moléculas de nuestros tejidos, por eso no habían sido consideradas como preocupantes.
El Doctor Jonathan Samet, de la Universidad del Sur de California, líder del Grupo de Trabajo de la Organización Mundial de la Salud, afirmó que se le ha asignado a este presunto peligro la clasificación 2B, que se usa para dar a entender que podría haber algún riesgo, lo cual obliga a seguir realizando investigaciones. El Doctor Samet hace ver que se necesita todavía mucha información más, pero hace ver que es importante tomar medidas pragmáticas para reducir la exposición durante el uso de dispositivos tales como los sistemas de manos libres para conversar, entre otros.
El Grupo de Trabajo consideró centenares de artículos científicos para evaluar la posibilidad de riesgo de cáncer debido al uso de aparatos que trabajan con base en ondas de radiofrecuencia, pero llegó a la conclusión de que las conclusiones no están bien fundamentadas desde el punto de vista científico. Los expertos consideraron que se necesita estudiar los datos de exposición a este tipo de ondas, realizar experimentos con animales, encontrar el mecanismo por el cual podrían generar cáncer, si acaso es verdad que lo generan.
Los artículos de investigación considerados por el grupo de expertos incluyen 1,237,913 nuevos casos de cáncer de cerebro, y de ellos, dos terceras partes correspondían al cáncer conocido como glioma. Ellos consideraron que las evidencias son inadecuadas, que la calidad de los estudios es insuficiente y que no encontraron consistencia en los datos estadísticos.
La información puede ser ampliada consultando el blog de Vox Populi de la Ciencia, donde estará disponible el portal de difusión científica que hemos usado como fuente.
http://www.sciencedaily.com/releases/2011/05/110531133115.htm
II. Una disfunción cerebral conocida con el nombre de discalculia, que afecta al 7% de las personas, es la causa de dificultades para el manejo de conceptos numéricos. Podría ser hereditaria y un grupo de especialistas propone que se le tome más en serio.
Todos sabemos de la existencia de estudiantes que enfrentan muchas dificultades para aprender las matemáticas. Lo novedoso es que un grupo de especialistas, que colaboran con el Profesor Brian Butterwood, han publicado un artículo en el que argumentan sobre la necesidad de atender este problema de la misma forma en que ya se reconoce que la dislexia es una dificultad que amerita educación especial.
El artículo de investigación fue publicado en la revista científica Science, se intitula “Discalculia: Del el cerebro a la educación”, los autores son Brian Butterworth, Sashank Varma y Diana Laurillard, del Reino Unido. La publicación se encuentra en la edición en línea desde el viernes 27 de mayo de 2011 y la referencia completa aparecerá en el blog del programa Vox Populi de la Ciencia.
Fuente: Brian Butterworth, Sashank Varma and Diana Laurillard.Dyscalculia: From Brain to Education. Science, 27 May 2011: Vol. 332 no. 6033 pp. 1049-1053 DOI:10.1126/science.1201536
Los autores afirman que algunos de los estudiantes con dificultades para aprender las bases numéricas podrían sufrir de un desorden neurocognitivo que impide la adquisición de las bases numéricas y los conceptos aritméticos. Ellos lo consideran como el equivalente matemático de la dislexia, una dificultad para expresarse verbalmente, que suele ser confundida con la disgrafía o dificultad para escribir correctamente las letras y otros símbolos.
Butterworth, Varma y Laurillard plantean que se necesita la detección del problema de discalculia mediante pruebas adecuadas diseñadas y aplicadas por especialistas, a fin de que quienes la padecen sean atendidos por expertos a fin de conducirlos hacia la superación de la discalculia mediante esquemas de trabajo desarrollados para ese propósito.
Según los autores, se nace con la discalculia y experimentos realizados con gemelos, y con otros grupos de población seleccionados para el estudio, permiten llegar a la conclusión de que podría tratarse de un problema de origen hereditario.
La Profesora Diana Laurillard, coautora del artículo, como ya informamos, e integrante del Instituto de Educación de la Universidad de Londres, dice que “El hecho de que sea hereditaria no significa que los expertos están desarmados para ayudar a superar la discalculia.” Ella afirma que en su centro de trabajo han desarrollado software para ayudar a los niños con discalculia y sostiene que esos logros han sido posibles porque las investigaciones realizadas les han permitido identificar cuál es la parte del cerebro donde se presenta el problema. Declara también que la comprensión del problema ha sido posible como resultado del trabajo conjunto de varias disciplinas científicas, entre las cuales menciona la neurociencia y la psicología.
Fuentes: http://www.sciencemag.org/content/332/6033/1049
http://www.sciencedaily.com/releases/2011/05/110526141414.htm
III. Después de más de 50 años de trabajo y 750 millones de dólares gastados, un grupo de científicos de la NASA concluye, una vez más, que la teoría gravitatoria de Einstein, es correcta.
El fenómeno estudiado se llama “Efecto de Lense y Thirring” debido a que fue descubierto en 1918 por los físicos austriacos Josef Lense y Hans Thirring. Ellos estudiaron una formulación matemática de la gravitación que fue desarrollada por Albert Einstein entre 1911 y 1915. Razonando con argumentos matemáticos pudieron demostrar que existe un fenómeno que ahora se llama gravito-magnetismo. Consiste en que un cuerpo con una gran masa que está rotando en torno a un eje propio, hace que un pequeño satélite que gira a su alrededor ejecute unos movimientos oscilatorios similares a los que podemos observar en un trompo que ponemos a girar en suelo plano. Es un efecto tan pequeño en magnitud que 45 años después de su predicción teórica nunca se había intentado medirlo.
Fue a partir de 1963 que se empezó a planear su medición, pero el experimento necesitaba de una tecnología que no estuvo disponible durante varias décadas, de modo que durante más de 40 años fue solamente un proyecto en el papel. Por ejemplo, en el año 2007 el portal de noticias de la Universidad de Stanford informaba que desde el año 2004 un satélite orbitaba alrededor de la Tierra colectando datos para determinar si era correcta la predicción teórica basada en la Teoría de la Relatividad General de Einstein. El responsable era el Profesor Francis Everitt y la misión recibía el nombre de Gravity Probe B (o también GP-B) y lo que trataban de detectar era una rotación del satélite artificial de menos de dos milésimas de grado por año. Esa fase de colección de datos terminó en diciembre de 2007, pero los científicos esperaban tardar todavía 18 meses más en el análisis de datos.
Fuente: http://news.stanford.edu/pr/2007/pr-aps-041807.html
El experimento tardó tantos años en llevarse a cabo que fue detectado antes por un mecanismo diferente, aunque con una calidad inferior en la precisión. Por esa razón, en 1995 se analizó la conveniencia de financiar o no el proyecto GP-B. Muchos científicos consideraron exagerado el gasto que se pretendía realizar y se opusieron a su apoyo, hasta el punto de que todavía ahora lo siguen criticando. A consecuencia de esta oposición, en el año 2008 se le retiraron muchos de los fondos necesarios para realizar el análisis de datos, siendo la Universidad de Stanford la que mantuvo el interés en la continuación del trabajo.
Finalmente, el 4 de mayo de 2011 se anunció que el efecto de Lense y Thirring es correcto sin lugar a dudas. El equipo de científicos dirigido por Everitt necesitó de un apoyo adicional de $3.73 millones de dólares proveniente de instituciones privadas, entre las cuales se encuentra la Fundación Saudí para la Ciencia, del Rey Abdulaziz
http://www.nature.com/news/2011/110510/full/473131a.html
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