jueves, 26 de julio de 2012

Un análisis científico sobre la diferencia entre el amor y el deseo sexual




Existe un estudio sobre la manera en que el cerebro procesa el sentimiento de amor y el del deseo sexual. La pregunta a investigar consiste en saber cuál es la forma en que este órgano procesa ambos. La respuesta que vamos a presentar se debe a Jim Pfaus, quien junto con otros cuatro investigadores de distintas instituciones académicas, ha publicado un reporte sobre sus avances en este tema. Él es profesor de psicología en la Concordia University e integrante del Centro de estudios en Neurobiología de la Conducta.

El planteamiento es en si mismo interesante, pues la temática se formula a partir de una afirmación común en la literatura, en el cine y en la vida cotidiana. Incluso, es usado como una justificación por parte de muchos varones que son sorprendidos por la novia, o la esposa, admirando a una dama de cara y/o de cuerpo atractivo.

No es común que los temas científicos se planteen a partir de categorías presentes en el lenguaje de la vida cotidiana, por ejemplo, el estudio de las propiedades de los gases no se hace tomando como variables científicas el color, ni el olor de estos. Se recurre a tres magnitudes que requieren cierta elaboración para ser comprendidas: la más simple es el volumen, las otras dos son la temperatura y la presión.

El artículo se llama: “The Common Neural Bases Between Sexual Desire and Love: A Multilevel Kernel Density fMRI Analysis”, que podemos traducir como: “Las bases neuronales comunes entre el deseo sexua y el amor: un análisis mediante resonancia magnética”. El resto del título tiene que ver con la técnica utilizada y no lo incluyo en mi traducción. El reporte fue publicado en la revista científica “The Journal of Sexual Medicine”, en su edición en línea, en enero de 2012. El interés surge, en palabras de Jim Pfaus, porque ellos desean saber qué partes del cerebro trabajan cuando una persona siente amor y cuando tiene deseo sexual. La cita técnica de la revista es: J Sex Med 12;9:1048–1054. Quienes tengan acceso institucional a esa publicación, pueden tener acceso al artículo en la dirección que sigue: http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/j.1743-6109.2012.02651.x/abstract
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El portal de difusión científica Science Daily News lo incluyó entre sus temáticas el 20 de junio de 2012 y está disponible, para quienes leen el Inglés, en la dirección que agregamos enseguida:

En el resumen del trabajo, los autores afirman que uno de los dilemas más difíciles en la relación de la ciencia con la terapia de parejas es la interacción entre el deseo sexual y el amor. Considerados ambos como dos estados mentales de intereses de unión con otra persona, afirman allí que, en efecto, frecuentemente resulta difícil desenredar ambos sentimientos.

La forma de abordar el problema consistió en revisar las diferencias y semejanzas entre esos dos estados mentales, pero usando un análisis estadístico (metaanálisis en palabras de los autores) de imágenes de resonancia magnética en personas que experimentaban amor y/o deseo sexual.

La resonancia magnética es un fenómeno físico que se usa para obtener imágenes de cuerpos vivos sin necesidad de inyectar sustancias, ni introducir sondas molestas. Funciona por medio de dos campos magnéticos, uno muy intenso que obliga a los átomos a orientarse de cierta forma; y otro campo, no tan fuerte, que aparece y desaparece como si fuera un pulso de sonido. Éste saca a los átomos de ese orden durante un intervalo de tiempo muy corto. En cuanto ese segundo campo es retirado, todos los átomos emprenden un proceso de regreso a su orientación original, y mientras lo hacen, emiten ondas electromagnéticas que son registradas en censores que envían la señal a una computadora. Allí es donde se procesa la imagen.

Las imágenes estudiadas por esta quinteta de científicos muestra que sí hay diferencias entre las partes del cerebro que funcionan cuando alguien siente amor o deseo sexual. Ellos encontraron que hay zonas del cerebro que coinciden, pero que trabajan integradas con otras que son diferentes. Los resultados los podemos imaginar como pequeños focos en un árbol de navidad que se quedan prendidos. Si pensamos en dos de estos arbolitos navideños, resulta que cuando las personas sienten amor hay una región de foquitos prendidos, mientras que durante el sentimiento de deseo sexual hay otra región de focos encendidos. La comparación de ambos árboles de navidad muestra que hay una región que sí es la misma, mientras que existen otras que son distintas.

En sus conclusiones, los autores nos dicen que el patrón de activación específico sugiere que el amor se construye a partir de un circuito neuronal dedicado al registro de las sensaciones y el placer, pero agregando regiones asociadas a la expectativa de recompensa, hábitos formados y detección de características. El sentimiento de amor comparte una región activada del cerebro con el deseo sexual: se llama ínsula y se encuentra en una región del cerebro que se puede aprecia en el siguiente dibujo

Algunas de las funciones cerebrales en las que participa se puede localizar en la siguiente dirección de Internet:

El deseo sexual es más simple en términos de activación cerebral, está ligado a experiencias sensomotrices, y en consecuencia, los autores del estudio nos dicen que el amor puede resultar a partir de un trabajo más abstracto en el que se integran varias experiencias en las cuales, una de ellas, es precisamente el deseo sexual.

La ciencia moderna nos permite saber que el amor vive en el cerebro y no en el corazón. De modo que el próximo día de San Valentín, los jóvenes podrían idear un símbolo menos romántico, pero si más novedoso, con paletitas de dulce y chocolates con cerebritos impresos en sus envolturas.
Jim Pfaus y sus colegas analizaron veinte estudios separados en los cuales examinaron la actividad cerebral en sujetos involucrados en tareas tales como fotografías eróticas, o bien, en la observación de fotos de personas significativos para ellos. A la vez, un sistema de resonancia magnética hacía un mapa de las zonas activadas de sus cerebros.

Así encontraron que hay dos estructuras cerebrales jugando un papel importante en las respuestas de los cerebros cuando se experimenta el deseo sexual o el sentimiento de amor: son la ínsula y el cuerpo estriado (striatum en Inglés). Una imagen de esta última zona del cerebro se presenta enseguida


Algo que los autores consideraron sorprendente es que es esta misma parte del cerebro la que se asocia en los casos de adicción a las drogas. Por esa razón, dice Pfaus: “el amor es un hábito que se forma a partir del deseo sexual recompensado y, dentro del cerebro, trabaja en la misma forma que le ocurre a las personas adictas a las drogas.

A manera de broma, que no se puede confundir con el consejo de un terapeuta, puedo decirle a las jóvenes que no se preocupen si sorprenden a su novio mirando la siguiente figura:



A su vez, los jóvenes no se deberían preocupar si encuentran a su novia mirando fijamente la foto siguiente:

No hay porque preocuparse, ambas personas no están al alcance de él, o de ella, y como consecuencia, no entraran en el proceso de formación de hábito porque no obtendrán ninguna recompensa.